jueves, 17 de enero de 2008

buena razón



Desde hace rato que tenía una buena razón para raparme. Pero como medio mundo me pregunta el reason why (l@s chic@ exclamaron: ¡Qué hiciste!¡No!¡No! ¡¡¡¿Por qué?!!!! Y se agarraban la cabeza), decidí dar varias razones:

De onduláis estaba a punto de convertirme en piojoláis…y decidí ser un pelonoáis.

Por guardar las apariencias (“¡Cómo es posible que un pastor use el pelo largo y con moña!”), aunque esto de las apariencias es peligroso, porque ahora parezco neonazi… a propósito, los narcotraficantes también usan terno y corbata…apariencias.

Mis estudiantes “Pokemonas” del Liceo me encargaron que si me cortaba el pelo se los diera para hacerse extensiones… ¡Seguro! Ya lo guardé.

4° Para recordarme que no dependo de la Ley del Antiguo Testamento, sino que vivo bajo la Gracia. Si no fuera así, tendría que dejarme crecer el pelo y no afeitarme. “No se corten el cabello en redondo ni se despunten la barba.” (Levítico 20:27)

5° Pienso en “Papá Dios”, que no le dijo nada a su hijo Jesús que andaba todo chascón por la vida, porque entendía que era una señal de dedicación. Y tampoco se escandaliza conmigo si me pelo al rape, porque Dios no se fija en pequeñeces.

6° Por empatía… me puse en el lugar de mi hermana Carolina que tiene cáncer y perdió su cabello.

Esta era la buena razón… ponerte en el lugar de otro, tomar su lugar y sacrificar algo personal sólo por amor. ¿No te suena familiar? Así como decidí dejarme el pelo largo para ponerme en el lugar de los jóvenes, ahora me rapé por una misma causa. Una hermana de la iglesia me dijo “no sé si mi hermano (se refería a uno consanguíneo) haría eso por mí”. No puedo dejar de pensar en Jesús que hizo exactamente eso y mucho más. Porque él tomó nuestro lugar, al hacerse como uno de nosotros y vino a este mundo y pasó las mismas pellejerías por las que pasamos a cada rato y nunca dejó de ser quien era, es decir, Dios eterno. Porque él se puso en nuestro lugar en la cruz y se sacrificó a sí mismo sólo porque nos ama.

También nos desafía a ponernos en el lugar de los demás. Acostumbrados a disparar dardos venenosos, no estamos acostumbrados a ponernos en los zapatos de otro ni mucho menos cargarlos sobre nuestros hombros. Eso hizo Jesús … esto de raparme, es la nada misma, pero para mí tiene un valor significativo, tal como mi hermana Carolina lo tiene para mí y lo tiene para Jesús.

“Aunque Cristo siempre fue igual a Dios,
no insistió en esa igualdad.
Al contrario,
renunció a esa igualdad;
y se hizo igual a nosotros,
haciéndose esclavo de todos.
Como hombre, se humilló a sí mismo
y obedeció a Dios hasta la muerte:
¡murió clavado en una cruz!”
Filipenses 2:6-8 (TLA)