viernes, 27 de marzo de 2009

Diálogo de Jesús con un "gay"

Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un “gay” y le dijo:

- Jesús, Hijo de David, ¿y qué hay de mí, que soy “homosexual”?

Este encuentro nunca existió, pero perfectamente bien pudo haber ocurrido…

Porque en tiempos de Jesús igual los había, de seguro no se conocían como ahora, pues la formación espiritual de Israel era muy estricta en cuanto a las enseñanzas de la leyes morales y de pureza del libro de Levítico: “Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables.”(Lv.20:13) Claro, así quién iba a andar diciendo por ahí, “soy gay”. Pero, ponte tú que se hubiese producido ese encuentro, ¿qué le habría dicho Jesús a un homosexual en esa conversación?...

Lo único que se me ocurre es recordar otras “conversas” con los desechados, los marginados, los despreciados de su tiempo. A lo mejor le habría dicho (como a la adúltera): “Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.” Ah, y por supuesto que a los acusadores (o sea, los homofóbicos) les recordaría: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.”

O como ante aquel paralítico, en que cuestionado por los mal pensados, simplemente le dice: “para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” Y qué tal, ¿qué le es más fácil a Jesús: “sanar” o “perdonar”?

Y en aquella ocasión en que dos ciegos a los puros gritos tras el paso de Jesús pidiendo compasión: “—¿Qué quieren que haga por ustedes? —Señor, queremos recibir la vista.” Y les tocó los ojos y al instante recobraron la vista.

Ni que decir de un leproso (porque para ciertos presuntos cristianos un homosexual es como un leproso del que hay que arrancar y me encanta que los jóvenes de nuestra UdJ tengan entre sus amistades a chic@s homosexuales porque si no ven la gracia de Cristo en alguien ¿en quién la van a ver?). Porque Jesús también lo puede sanar si lo quiere y se lo pide: “Sí quiero. ¡Queda limpio!

Definitivamente Jesús se habría acercado para charlar un poquito (o un buen rato, según la circunstancia); y sin temor alguno para “tocar” con esa compasión con que nunca condenaba, pero que era irresistible su invitación a seguirle.

¿Y nosotros? Definitivamente no hemos dejado de apuntar con el dedo acusador, de lanzar piedras de condenación, sin la menor consideración con aquell@s homosexuales que no viven una “opción”, sino que sufren una condición más compleja de lo que imaginamos y conocemos.

Lo única certeza es que también son el objeto del amor compasivo de Dios…quien tomó su lugar en la cruz.
…los gays no necesitan que los crucifiquemos.