viernes, 10 de abril de 2009

COMO QUE ME QUERIAN


Anda demasiada gente triste en estos días. Y las celebraciones de Semana Santa parece que agravan la enfermedad de moda: la tristeza. Por querer darle solemnidad, termina siendo un fin de semana gris y triste.

En el Liceo revisaba un trabajo escrito en clases. Le pedí el cuaderno a una chica: su letra era minúscula…¿Saben lo que eso significa? Y antes siquiera que lo leyera, me dijo: “Seguro que está malo”. Lo sospeché desde un principio, así que le dije: “¿Y cómo sabes si todavía ni lo leo? Mmmmm…parece que tenemos problemas de autoestima”. Sonrió. Su trabajo era buenísimo, así que le pedí que lo leyera para todos y la felicité delante de sus compañeros.

“Un gesto amable no cuesta nada”, decía un eslogan publicitario. Y una palabra amable, y una sonrisa amable, y una palmadita amable, y un….hacerse el amable. Como mi amigo argentino Pablo Catania, que de visita en casa se quiso tomar una foto con nosotros y Noemí le dijo en broma: “¿Así estoy bien, como la Cindy Crawford? Pablo le respondió: La verdad es que en eso no te puedo mentir… a la única que le miento es a mi esposa…che, loco, le hace rebien”. Decirles cosas buenas y bonitas a las gentes les hace rebien.

Curioso pero la invitación a ser amables es mencionada también en la Biblia. Pablo dice que nuestra amabilidad tiene que notarse por todos lados. (Fil. 4:5), y que los mismísimos pastores somos llamados a ser amables, y que todos los discípulos de Jesús consideremos poner en práctica la amabilidad (Fil.4:8)

Pero es más interesante saber que la palabra “amable” significa el que se deja querer, que se hace amar, que se puede amar, que es digno de ser amado o amada. Tal cual: así como somos, es que nos amarán los demás. Nuestra vida se tiene que llenar de chispazos de amor con los que iluminamos los momentos duros de la vida para hacerla más soportable o con mayor encanto.
El objetivo de la amabilidad es atraer el amor de los demás.

Para Semana, debiéramos llenarnos de más amabilidad y de menos actividad. Las personas debieran experimentar la amabilidad de Dios, quien se deja querer cuando es capaz de amar, aunque no lo merezcamos. En todos mis años de creyente y luego de pastor, he repetido el programa de Semana Santa. Excepto un año en que nos fuimos a pasar este fin de semana con nuestra familia. Por primera vez hicimos…nada. En realidad fuimos amables, pues vimos ese año en el cable el documental “El evangelio de Judas” con toda mi parentela. Y pudimos compartirles tantas cosas acerca de quién era en verdad Jesús…ellos sintieron que éramos personas que se pueden amar.

Seguro que volvieron a sus casas pensando: “Dios como que me quiere…”