sábado, 23 de enero de 2010

Jesús no usaba tarjetas de crédito


Traigamos con la imaginación a esta época una anécdota de Sócrates, el filósofo. Éste camina con paso calmo por los amplios e iluminados pasillos de un Mall. Se detiene en las vidrieras y mira detenidamente los variados artículos en venta. Al final, mientras baja por la escalera mecánica, musita un comentario a sus discípulos: “¡Cuántas cosas que no me hacen falta!”
Jesús tampoco era dado a andar con muchas cosas materiales por la vida. De hecho, a unos entusiastas seguidores les recordó que ni siquiera tenía un colchón donde estirar los huesos. Y que en algún momento no tenían ni para “hacer una cucha” para comer, ¡y menos para darles de comer a las gentes que lo seguían! En su compasión tuvo que multiplicar panes y peces, señal de su amor y de que a él le interesan otras cosas de la vida. ¡Si ésta vale más que lo material, que en algún momento se acaba! En una ocasión les dijo: "¡No vivan siempre deseando tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz" (Lucas 12:15-TLA). Jesús usa la palabra griega zoé para referirse a la vida, y no bios (la de biología, la de un ser viviente), sino la de la existencia que viene de Dios, esa vida trascendente y eterna.
Todo esto es a propósito de lo que he llamado “la colusión del sistema bancario”. Simultáneamente dos instituciones bancarias, inician el “cambio” en su oferta de uso de las tarjetas de crédito: compra en cuotas que van de los 3 a los 20 meses sin interés ni comisión (¿pura coincidencia?). Seduce, porque se ve atractivo, conveniente, y como un real beneficio. El centro vital del modelo económico neoliberal es el corazón del ser humano. Apunta al “yo”, a la codicia, que dice “eso lo quiero para mí”: la verdad es que poco importa si te hace falta. Pero para que el modelo funcione, para que sea eficiente, se necesita el consumo, que la gente compre, compre, compre. De ese modo se activa la producción y el crecimiento económico y el aumento de la riqueza de una minoría y el endeudamiento de la mayoría.
No se necesita tener el don de profecía para asegurar que en 20 meses más tendremos a mucha gente sobreendeudada, con la aflicción y la angustia que eso conlleva, con el sentimiento de desvalor y de frustración vital. No son pocos los casos de personas que terminan en una ruptura matrimonial o en el alcoholismo o en el suicidio.
¿No nos hace sentido cuando la palabra de Dios nos dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero?
El sistema hoy les facilita tarjetas de créditos a estudiantes universitarios, futuros profesionales, que a veces comienzan su vida laboral ya endeudados. En esto se juega la decisión de vivir los valores del reino de Dios: ¡Tantas cosas que no necesito! Mejor aún, apropiarnos de las palabras de Jesús sobre cual es nuestro real valor como personas, como hijos de Dios, en esta sociedad: Valemos más que las cosas que nos rodean.

sábado, 2 de enero de 2010

Prohibido tocar a Jesús



La mujer espera impaciente el paso de Jesús. Una multitud rodea al maestro: “Si solo pudiera tocarlo…”, piensa. Es el momento. Se acerca, estira su mano y…demasiado tarde: un séquito de guardaespaldas se abalanza sobre ella y la arroja al suelo.

Así fue como me imaginé la delirante escena en que Susanna Maiolo se abalanzaba sobre el Papa. “Sólo quería tocarlo”, diría la joven, que fue tildada de loca de patio. Para mi hija Belén, padecía de flujo de sangre y creyó que tocando al Papa se sanaría. Mi amiga Coté dice que una mujer apasionada hace cualquier cosa. En fin, no puedo dejar de pensar en las muchas formas en que les prohibimos a las gentes tocar a Jesús.

Algunos discípulos cascarrabias ya habían andado alejando a los niños del abrazo de Jesús (los mismos que corren y saltan en las bancas de nuestros templos y que-estos-padres-de-ahora-que-no-los-castigan-como-antes). Ni que decir de las habladurías que se levantaron porque Jesús dejó que una desinhibida chica (de las que hoy llamaríamos sexualmente activa), con lágrimas lavó los pies del Maestro). Para qué hablar de los que de buenas ganas correteaban a los leprosos, que en su inmundicia buscaban que Jesús los tocara (así como nuestras actitudes homofóbicas alejan a los homosexuales que se acercan a nuestras iglesias).

¡Con qué facilidad hoy les prohibimos a esta generación tocar a Jesús! Ahí están los super evangelistas que viajan en su jet privado, sin percatarse que Jesús andaba “a patita no más” y que para su entrada a Jerusalén le “macheteó” el burro a un vecino. También nos topamos con los conferencistas que tienen una tarifa por sus predicaciones, aunque eso frustre a líderes juveniles que ven que su organización nunca los podrá invitar; y que se olvidan que Jesús andaba sin ni uno en los bolsillos. Incluso nos encontramos con predicadores de moda que aceptan una determinada cantidad de preguntas de la audiencia, mediadas por su manager, y que no reparan en que Jesús privilegió el diálogo por encima del monólogo del púlpito y el micrófono. O están los promotores itinerantes de su última publicación que-se-vende-al-fondo-del-templo, y se olvidan que Jesús no escribió nada porque estaba más interesado en promover el reino.

Así y todo, bien por los que derriban barreras para que la gente se acerque y abrace libremente a Jesús.