Difícil eso de ser profeta (pero de verdad, no como esos que
ostentan un título rimbombante en su tarjeta de presentación o en el afiche que
promociona su presentación en algún
movimiento-de-la-visión-ungida-para-estos-tiempos). Me refiero a los que están entre
la espada y la pared. Las más de las veces incomprendidos y otras tantas
desechados por el poder político y religioso.
A lo Martin Luther King, a lo Pierre Dubois.
Se juegan la vida o se les va la vida en su llamado. Como
Jesús de Nazareth.
Lucas, el escritor de uno de los Evangelios, se dio maña
para investigar y reconstruir la historia personal de Jesús y las cosas que
pasaron. Bien ordenadito. Por eso me llama la atención el capítulo 4. Porque
comienza con la tentación en el desierto, donde Satanás se la presentó fácil.
Era el atajo, el camino corto del poder, la riqueza y la fama instantánea. Y él
le dijo que no.
Entonces se va derechito a su tierra natal, Galilea, y Lucas
no pasa por alto un detalle importante: “lleno del poder del Espíritu Santo”.
Es un sábado; va a la sinagoga, el lugar de reunión de los judíos para orar y
estudiar la Palabra.
Jesús se pone entre la espada y la pared…por primera vez: “y
se puso de pie para leer las Escrituras” (Lc.4:16b). Intencionadamente busca y
lee en el Libro de Isaías:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha
ungido para llevar la
Buena Noticia a los pobres.
Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados,
que los ciegos
verán,
que los oprimidos serán puestos en libertad,
y que ha llegado
el tiempo del favor del Señor” (v.18-19)
Jesús se puso entre la espada y la pared. Porque no se quedó
callado y todos quedaron asombrados de la gracia y le tiraron flores. Hasta que
los confrontó con la verdad del reino de Dios y con sus religiosidades e
injusticias.
Pero, ¿qué les pasó que se enfurecieron tanto como para
llevarlo a la punta del cerro y querer tirarlo al precipicio?
Es que se puso entre la espada y la pared.
Lo que pasó fue que afloró todo el egoísmo humano. Fue un
golpe recto a la naturaleza pecaminosa, que piensa en su propio bienestar, que
defiende privilegios, que no quiere salir de su zona de seguridad y de
comodidad.
Jesús solo pasó a recordarles dos historias conocidas para
ellos e hizo una relectura: “Ningún profeta es aceptado en su propio pueblo”
(v.24). Contrariamente a lo que ellos podrían haber esperado, como merecimiento
exclusivo del favor de Dios; los bendecidos eran los marginados del sistema
social-político-religioso: una viuda no judía y un leproso extranjero.
¡Cómo no se iban a enojar!
¿Se dan cuenta por qué es tan difícil ser profeta en estos
tiempos? Siempre alguien se incomodará y el profeta será molesto, para todos.
Por eso hay que aprender de los profetas de estos tiempos,
como Pierre Dubois…quien solo con su bicicleta y su convicción en las
bienaventuranzas del reino se puso de pie entre la espada y la pared.