jueves, 16 de diciembre de 2010

Total solo es Navidad


Estuve a punto de chocar con un defensor de la prosperidad a la salida de una gran tienda.
- Disculpa- me dice- es que con tantos paquetes de regalos no te vi.
- ¡Tantos regalos! Supongo que son para repartir a los niños pobres- le comentó con mi qué.
- ¡Cómo se te ocurre! ¡Estas son bendiciones de Dios para mí y mi familia por mi fidelidad!-

Y me lo dice observando de reojo que llevo las manos en los bolsillos. Acuso el golpe de que debo ser un incircunciso-pagano-desobediente.
- ¿Qué pensará Dios de todo el mercantilismo en que se ha transformado la celebración del nacimiento de su hijo? Y pensar que sus padres eran unos humildes carpinteros….

Me interrumpe y no me deja terminar la idea.
- Te equivocas, mi amado hermano. José era un emprendedor. Dueño de una próspera fábrica de muebles muy reconocida en la ciudad.
- ¿De veras?- alcanzo a musitar antes que mi amigo continúe.
- Por cierto-, me acota. No te olvides que tenía su propio medio de transporte. Como quien dice un Hunter de nuestros tiempos.
- Cierto- (Y para mis adentros pienso: “Algo así como un burro todoterreno”). Pero, ¿acaso María no terminó dando a luz en un humilde establo?
- Nuevo error exegético- replica prestamente. Recuerda que ellos llegaron primero a una posada. En esa época era el equivalente a un hotel Ritz o Hilton de nuestros días. Eso demuestra que esta era una familia pudiente.
- …..
- ¿Qué otro motivo pudo haber tenido el mesonero para habilitarles un espacio donde pasar la noche? En cuanto los vio con sus ropas finas se dio cuenta que era gente bien y adinerada.

Abrumado por lo contundente de sus argumentos, hago un leve gesto de despedida.
- Espera- me dice. Y no te olvides de los costosos y exclusivos regalos que le llevaron a Jesús los magos. ¡Por eso no me fijo en gastos en Navidad! Es una señal divina de la prosperidad para sus hijos amados.

Camino un par de pasos, me detengo, busco mi tarjeta de crédito e ingreso a la tienda.

Total sólo es Navidad….

domingo, 18 de julio de 2010

Los mal dichos que no agradan a Dios


Hay quienes muy sueltos de cuerpo, largan frasecitas que juran que se encuentran en la Biblia, algo así como: “Dios dice ayúdate que yo te ayudaré”. Pero, ¿cuántas otras expresiones hacemos decir a Dios sin considerar que ni siquiera aparece la idea en la Biblia? Algunos muy seguros afirman, “como dice la Biblia: a quien madrugada Dios le ayuda”. Y en una mal entendida tolerancia, ponemos una sonrisita nerviosa que nadie interpreta como “eso no está en la Biblia”. Lo mismo pasa con frases en la más profunda de las teológicas, que nos apropiamos de ellas y las hacemos circular como una verdad incuestionable. Así se popularizó: “A Dios no se le pregunta por qué, sino para qué”, cuando estamos con el corazón en la mano y sin respuestas en medio de una crisis. Y la última, la de moda a propósito del debate acerca de la homosexualidad: “Dios aborrece al pecado, pero ama el pecador”. Esa última es tan absurda como si le dijera a Noemí, “Milcita, te amo, pero no me gusta tu cara”. O al Jose, “hijo, aborrezco como eres, pero te amo”; o a la Belenzuela, “Beyén, me cargan las cosas que haces, pero te amo”. Lo que pasa es que lo que somos y lo que hacemos va de la mano. Es indisociable. Y en todas esas paradojas de la vida, igual “todos somos creados a imagen y semejanza de Dios”. Es lo que somos y hacemos. E igual “todos somos pecadores”. Es así. ¿Alguien se imagina a Felipe, que le hizo dedo a un tipo que iba de camino, diciéndole “Dios aborrece que seas eunuco y etíope, pero te ama, Eunuco y Etíope”? La historia se cuenta en Hechos 8. El tipo era un buscador de Dios, aunque no entendía nada de lo que iba leyendo en las Escrituras. Felipe le tuvo que explicar de quién hablaba la palabra de Dios. Cuando comprendió, lo primero que hizo fue buscar agua donde bautizarse, como señal de que había creído en Jesús. Pero éste estaba marginado de la sociedad, no podía ser parte de la vida ni de la comunidad religiosa de Israel. ¡No tenía derecho a acercarse a Dios para ofrecer su propia adoración! Primero, porque era eunuco. Su castración lo hacía indigno, impuro, según las leyes de Levítico. Más encima era un etíope, es decir, un extranjero que no podía ofrecer sus animales como ofrenda, pues en ellos había corrupción. ¡A todas luces era indigno! Así que Felipe podía haberle dicho: “Dios aborrece el pecado, pero ama el pecador”. Eso hubiese sido un absurdo: el pobre fulano no tenía forma de hacerse un implante (en esos tiempos) para dejar de ser eunuco; tampoco podía dejar de ser de una condición étnica o de procedencia; aunque cambiara de nacionalidad, seguiría siendo etíope. Como un amigo que tiene ciudadanía española, según su pasaporte, pero nacido en Cherquenco (de Temuco pa’ entro): no puede dejar de ser chileno. El punto es este: Dios nos ama tal cual somos, lo que somos. Me ama “tal como soy de pecador” con ese pecado que cargo a cuesta, pero que sólo en su amor encuentro perdón. Y si algo puede cambiar mi ser interior, ese es el amor de Jesús. Por eso, a la gente marginada no le dejo caer frases clichés…simplemente les hago sentir mi amor, tal como lo haría Jesús.

martes, 30 de marzo de 2010

Jesús es un mal negocio


Definitivo: Los negocios y la vida espiritual no son compatibles. Pero no se mal entienda, que no es lo mismo que andar al 3 y al 4 por la vida y no poder acceder a un bienestar económico.

Una semana antes de su crucifixión, Jesús se encamina hacia Jerusalén. Una multitud de pobres y desamparados, la mayoría galileos, han llegado también para celebrar la fiesta religiosa de la Pascua. La ciudad está convulsionada con tanta gente, y no deja de ser buen negocio ofrecer hospedajes y puestos con comidas.

De pronto ingresa Jesús, el Mesías, el escogido de Dios para liberar a su pueblo; montado en un burrito. Los peregrinos, esperanzados en que él aliviará sus desgracias, le hacen calle con ramas y mantos al grito de:
“¡Sálvanos, Mesías nuestro!
¡Bendito tú, que vienes de parte de Dios!
Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!” (Mateo 21:9 – TLA)

Inmediatamente se dirige al templo y empieza a patear las mesas donde se habían instalado los que hacían el negociado del año: cambiar monedas extranjeras para las ofrendas, por supuesto pagando un cambio inferior al valor real. O vendiendo palomas para la ofrenda de sacrificio más barata, la de los pobres, con precios abultados. Y Jesús protesta: "Este templo es mi casa y aquí se viene a orar". Pero ustedes lo han convertido en cueva de ladrones" (Mt.21:13). Así la figura de Jesús no le cayó en gracia a la gente de Jerusalén. “No nos simpatizas”, pensaron para sí. Y fueron estos, los que en cuanto tuvieron la oportunidad vociferaron: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
Sí….Jesús era un mal negocio.

De ese modo lo entendió el joven que se autocomplacía en su espiritualidad al dar cumplimiento con todo lo que la ley establecía, hasta cuando Jesús le dijo: “ -Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.” (Mt. 19:21 – TLA). Mientras no nos toquen el dinero, todo está bien. Tratar con Jesús es estar dispuesto a entregarse por entero a él…incluidos nuestros bolsillos. Esta renuncia no tiene nada que ver con optar por vivir en una pobreza franciscana; tiene que ver con el desapego de las riquezas propias (y no tiene que ver con cifras, sino con cuanto atesoro lo que puedo tener como posesión).

El profeta Miqueas, después de darle duro a los ricos opresores que se aprovechaban de los pobres, dice: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia,
amar la misericordia,
y humillarte ante tu Dios.” (Miqueas 6:8 - NVI)

Cuando llega Semana Santa, y leo lo que aconteció días antes de la muerte de Jesús, me conmociona pensar en cuánto “atesoramos” nuestro enclaustramiento en retiros, vigilias, cultos de resurrección con su infaltable desayuno y otros; en lugar de desprendernos de algo para los pobres que a gritos piden “¡Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!”


domingo, 7 de marzo de 2010

SÓLO PARA LOS QUE QUIEREN AYUDAR A LOS DAMNIFICADOS


Nuestra hija cuestionaba la frase “Dios nos habló a través de este terremoto”, y nuestro hijo José le respondió: “Belén, yo no escuché nada”. Me di cuenta que, con muy buenas intenciones, estábamos cayendo el error de mal-decir con nuestras palabras la vida de quienes estaban sufriendo a causa de este desastre.

Estas son algunas sugerencias de cómo “bendecir” con nuestro hablar en este tiempo de depre post-traumática:

1. Réstate de los que buscan culpables. Más allá de los errores y desaciertos del sistema, muchos se han hecho cargo de las virulentas acusaciones de culpabilidad que circulaban por Facebook. Esto de buscar culpables en lo que me supera, es propio de la naturaleza humana, me comentaba mi amiga Joce. Y es cierto, viene de tiempos de Adán, que de un tiro culpó a Eva y a Dios que le dio a esa mujer por haber comido del fruto prohibido.

Como este desastre nos supera, no podemos culpar a “la madre naturaleza”, y los creyentes no le podemos echar la culpa a Dios y los ateos no tienen a quien. Entonces, hay que buscar un culpable…inmobiliarias, onemi, armada, presidenta, y un largo etcétera.
Recuerda que los pacificadores, los que traen paz, son los dichosos. Tratemos de mantener la dicha y transmitir paz.

  1. Evita lapidar a los que cayeron en la irracionalidad del saqueo. Todos lo vimos: plasmas que subían los flaites a sus “triciclos” y….peloláis que los echaban en sus 4x4. Me explicaban que esa irracionalidad sólo se entiende porque la experiencia traumática del cataclismo, rompe nuestros esquemas de lo cotidiano y de la normalidad. Por eso ahora muchos están devolviendo esos enseres. ¡No podemos sumarnos a los que decían “pásenme un arma y me los piteo a todos”! Aquí se prueba si estamos dispuestos amar…hasta los enemigos, en este caso del bien ajeno.
  2. Desecha expresiones kanutas tales como: “Dios nos habló”, al menos que expliques que el hecho del terremoto nos hace reflexionar acerca de nuestra vida. Ni se te ocurra decir “este es un castigo de Dios”, porque ¿cómo lo haces coherente con el evangelio de la gracia y del amor cuando quieras evangelizar a esas personas? O lanzar la frase “Dios nos envió una prueba”, como si la destrucción, la muerte y el dolor de la humanidad fuera el camino para que las personas conozcan de su amor. Y lo de “esta es una maldición sobre Chile porque…”: sin comentarios. ¡Recuerda que anunciamos “buenas noticias”!
  3. Permítele a la gente a expresar sus sentimientos. Jesús se permitió darle expresión al dolor cuando lloró por su amigo Lázaro. No les reprimas la expresión de sentimientos a las personas, que pueden ir de la queja, a la tristeza, e incluso hasta el enojo. Es suficiente con guardar silencio, acompañar y dar un abrazo o un “toque” de amor, al estilo de Jesús.
  4. Escucha los reclamos de la gente. Los salmistas reclamaron por situaciones que estaban viviendo y que el propio Jesús recordó en la cruz al citar el salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Se debe permitir el reclamo y las preguntas de por qué y para qué ha sucedido esto.
  5. Evita dar “respuestas” para todo. Reconoce que para muchas preguntas que nos podemos hacer frente a lo sucedido, no tenemos una respuesta definitiva. La honestidad de reconocer que sencillamente hay situaciones de la vida, como este desastre, que nos quedan grandes; te hará más creíble ante tus amigos.

Sólo recuerda la historia de Job, quien perdió a sus hijos, sus bienes, su salud física e incluso emocional; y ante tamaña desgracia había una certeza de fe que lo motivaba:

“Yo sé que mi redentor vive,
y que al final triunfará sobre la muerte.”


viernes, 19 de febrero de 2010

Las apariencias de la santidad

“El hábito no hace al monje”, dice el refrán. Parece que esto es cierto cuando observamos que muchas veces nos vestimos con ropajes que nos dan una apariencia de santidad, pero nuestro corazón (léase como las intenciones, las decisiones o la determinada voluntad de nuestro ser) está en otro lado.

Así me lo imaginé, y me sirvió para examinarme, cuando se destapó la olla sobre el verdadero rostro de Laura Vicuña, la niñita en proceso de santificación por la iglesia católica chilena. La cuestión es que esto de las “apariencias de santidad” es un problema de evangélicos, católicos y protestantes.

La chica es patrona de las causas de abusos, pues siendo niña se enfrentó a su madre, por la convivencia con un hombre que, además, agredía físicamente a Laura. Finalmente, muere de una enfermedad. A partir de ahí, se crea una imagen de esta niña, acompañada de ilustraciones que la muestran con un rostro angelical: trigueña, ojos claros, piel blanca, rostro refinado, onduláis.

Pero en algún momento su rostro verdadero saldría a la luz. No podía ser más chilena: negrita, facciones mapuches, mirada hosca. Todo lo contrario al estereotipo de la “apariencia de santidad” con que nos han tratado de hacer creer.

Ese es el punto. La religión “oficial” siempre trata de instalar un modelo de cómo deben ser las cosas, no importa que se privilegie la apariencia. Al propio Jesús le toco vivir esto, y no dudó en denunciarlo cuando llamó a los fariseos de “hipócritas”. Este término en el griego significa “máscara” y se refiere a la máscara que usaban los actores en el teatro griego, con la que ocultaban su verdadera identidad. Así, la verdadera identidad de los fariseos se escondía en acciones piadosas, que iban desde el orar en voz alta, para que todos los vieran; ayunar y que todos los supieran; diezmar, para que todos se enteraran. Y como dice Jesús: “Pero no obedecen las enseñanzas más importantes de la ley: ser justos con los demás, tratarlos con amor y obedecer a Dios en todo.” (Mateo 23:23b – TLA).

Lo que observó su medio hermano, Santiago, fue más dramático. En su comunidad de creyentes, empezaron a darles más créditos a quienes tenían una posición socioeconómica privilegiada. Pero el apóstol lo dejo clarito: “Creer en Dios el Padre es agradarlo y hacer el bien, ayudar a las viudas y a los huérfanos, y no dejarse vencer por la maldad del mundo” (Stgo. 1:27 -TLA)

Al final siempre es lo mismo. Se privilegia al de la mejor apariencia, como status de santidad. El niñito que va de terno gris y corbata con una megabiblia bajo el brazo, el que da lecciones sobre tres o cuatro reglas de moral, el director de alabanza que repite el estribillo hartas veces, el predicador que predica más largo y gritado, el que luce un reloj y terno topísimo porque ha sido prosperado y suma y sigue…

No sacamos nada con aparentar que vivimos una vida diferente para Dios, si de verdad no dedicamos todo lo que somos a Jesús. Es mejor vestirse con el ropaje auténtico de quienes somos, vistiéndonos con actos de servicio y gestos amables para los demás…si es de eso de lo que se agrada Dios.



sábado, 23 de enero de 2010

Jesús no usaba tarjetas de crédito


Traigamos con la imaginación a esta época una anécdota de Sócrates, el filósofo. Éste camina con paso calmo por los amplios e iluminados pasillos de un Mall. Se detiene en las vidrieras y mira detenidamente los variados artículos en venta. Al final, mientras baja por la escalera mecánica, musita un comentario a sus discípulos: “¡Cuántas cosas que no me hacen falta!”
Jesús tampoco era dado a andar con muchas cosas materiales por la vida. De hecho, a unos entusiastas seguidores les recordó que ni siquiera tenía un colchón donde estirar los huesos. Y que en algún momento no tenían ni para “hacer una cucha” para comer, ¡y menos para darles de comer a las gentes que lo seguían! En su compasión tuvo que multiplicar panes y peces, señal de su amor y de que a él le interesan otras cosas de la vida. ¡Si ésta vale más que lo material, que en algún momento se acaba! En una ocasión les dijo: "¡No vivan siempre deseando tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz" (Lucas 12:15-TLA). Jesús usa la palabra griega zoé para referirse a la vida, y no bios (la de biología, la de un ser viviente), sino la de la existencia que viene de Dios, esa vida trascendente y eterna.
Todo esto es a propósito de lo que he llamado “la colusión del sistema bancario”. Simultáneamente dos instituciones bancarias, inician el “cambio” en su oferta de uso de las tarjetas de crédito: compra en cuotas que van de los 3 a los 20 meses sin interés ni comisión (¿pura coincidencia?). Seduce, porque se ve atractivo, conveniente, y como un real beneficio. El centro vital del modelo económico neoliberal es el corazón del ser humano. Apunta al “yo”, a la codicia, que dice “eso lo quiero para mí”: la verdad es que poco importa si te hace falta. Pero para que el modelo funcione, para que sea eficiente, se necesita el consumo, que la gente compre, compre, compre. De ese modo se activa la producción y el crecimiento económico y el aumento de la riqueza de una minoría y el endeudamiento de la mayoría.
No se necesita tener el don de profecía para asegurar que en 20 meses más tendremos a mucha gente sobreendeudada, con la aflicción y la angustia que eso conlleva, con el sentimiento de desvalor y de frustración vital. No son pocos los casos de personas que terminan en una ruptura matrimonial o en el alcoholismo o en el suicidio.
¿No nos hace sentido cuando la palabra de Dios nos dice que la raíz de todos los males es el amor al dinero?
El sistema hoy les facilita tarjetas de créditos a estudiantes universitarios, futuros profesionales, que a veces comienzan su vida laboral ya endeudados. En esto se juega la decisión de vivir los valores del reino de Dios: ¡Tantas cosas que no necesito! Mejor aún, apropiarnos de las palabras de Jesús sobre cual es nuestro real valor como personas, como hijos de Dios, en esta sociedad: Valemos más que las cosas que nos rodean.

sábado, 2 de enero de 2010

Prohibido tocar a Jesús



La mujer espera impaciente el paso de Jesús. Una multitud rodea al maestro: “Si solo pudiera tocarlo…”, piensa. Es el momento. Se acerca, estira su mano y…demasiado tarde: un séquito de guardaespaldas se abalanza sobre ella y la arroja al suelo.

Así fue como me imaginé la delirante escena en que Susanna Maiolo se abalanzaba sobre el Papa. “Sólo quería tocarlo”, diría la joven, que fue tildada de loca de patio. Para mi hija Belén, padecía de flujo de sangre y creyó que tocando al Papa se sanaría. Mi amiga Coté dice que una mujer apasionada hace cualquier cosa. En fin, no puedo dejar de pensar en las muchas formas en que les prohibimos a las gentes tocar a Jesús.

Algunos discípulos cascarrabias ya habían andado alejando a los niños del abrazo de Jesús (los mismos que corren y saltan en las bancas de nuestros templos y que-estos-padres-de-ahora-que-no-los-castigan-como-antes). Ni que decir de las habladurías que se levantaron porque Jesús dejó que una desinhibida chica (de las que hoy llamaríamos sexualmente activa), con lágrimas lavó los pies del Maestro). Para qué hablar de los que de buenas ganas correteaban a los leprosos, que en su inmundicia buscaban que Jesús los tocara (así como nuestras actitudes homofóbicas alejan a los homosexuales que se acercan a nuestras iglesias).

¡Con qué facilidad hoy les prohibimos a esta generación tocar a Jesús! Ahí están los super evangelistas que viajan en su jet privado, sin percatarse que Jesús andaba “a patita no más” y que para su entrada a Jerusalén le “macheteó” el burro a un vecino. También nos topamos con los conferencistas que tienen una tarifa por sus predicaciones, aunque eso frustre a líderes juveniles que ven que su organización nunca los podrá invitar; y que se olvidan que Jesús andaba sin ni uno en los bolsillos. Incluso nos encontramos con predicadores de moda que aceptan una determinada cantidad de preguntas de la audiencia, mediadas por su manager, y que no reparan en que Jesús privilegió el diálogo por encima del monólogo del púlpito y el micrófono. O están los promotores itinerantes de su última publicación que-se-vende-al-fondo-del-templo, y se olvidan que Jesús no escribió nada porque estaba más interesado en promover el reino.

Así y todo, bien por los que derriban barreras para que la gente se acerque y abrace libremente a Jesús.