domingo, 7 de marzo de 2010

SÓLO PARA LOS QUE QUIEREN AYUDAR A LOS DAMNIFICADOS


Nuestra hija cuestionaba la frase “Dios nos habló a través de este terremoto”, y nuestro hijo José le respondió: “Belén, yo no escuché nada”. Me di cuenta que, con muy buenas intenciones, estábamos cayendo el error de mal-decir con nuestras palabras la vida de quienes estaban sufriendo a causa de este desastre.

Estas son algunas sugerencias de cómo “bendecir” con nuestro hablar en este tiempo de depre post-traumática:

1. Réstate de los que buscan culpables. Más allá de los errores y desaciertos del sistema, muchos se han hecho cargo de las virulentas acusaciones de culpabilidad que circulaban por Facebook. Esto de buscar culpables en lo que me supera, es propio de la naturaleza humana, me comentaba mi amiga Joce. Y es cierto, viene de tiempos de Adán, que de un tiro culpó a Eva y a Dios que le dio a esa mujer por haber comido del fruto prohibido.

Como este desastre nos supera, no podemos culpar a “la madre naturaleza”, y los creyentes no le podemos echar la culpa a Dios y los ateos no tienen a quien. Entonces, hay que buscar un culpable…inmobiliarias, onemi, armada, presidenta, y un largo etcétera.
Recuerda que los pacificadores, los que traen paz, son los dichosos. Tratemos de mantener la dicha y transmitir paz.

  1. Evita lapidar a los que cayeron en la irracionalidad del saqueo. Todos lo vimos: plasmas que subían los flaites a sus “triciclos” y….peloláis que los echaban en sus 4x4. Me explicaban que esa irracionalidad sólo se entiende porque la experiencia traumática del cataclismo, rompe nuestros esquemas de lo cotidiano y de la normalidad. Por eso ahora muchos están devolviendo esos enseres. ¡No podemos sumarnos a los que decían “pásenme un arma y me los piteo a todos”! Aquí se prueba si estamos dispuestos amar…hasta los enemigos, en este caso del bien ajeno.
  2. Desecha expresiones kanutas tales como: “Dios nos habló”, al menos que expliques que el hecho del terremoto nos hace reflexionar acerca de nuestra vida. Ni se te ocurra decir “este es un castigo de Dios”, porque ¿cómo lo haces coherente con el evangelio de la gracia y del amor cuando quieras evangelizar a esas personas? O lanzar la frase “Dios nos envió una prueba”, como si la destrucción, la muerte y el dolor de la humanidad fuera el camino para que las personas conozcan de su amor. Y lo de “esta es una maldición sobre Chile porque…”: sin comentarios. ¡Recuerda que anunciamos “buenas noticias”!
  3. Permítele a la gente a expresar sus sentimientos. Jesús se permitió darle expresión al dolor cuando lloró por su amigo Lázaro. No les reprimas la expresión de sentimientos a las personas, que pueden ir de la queja, a la tristeza, e incluso hasta el enojo. Es suficiente con guardar silencio, acompañar y dar un abrazo o un “toque” de amor, al estilo de Jesús.
  4. Escucha los reclamos de la gente. Los salmistas reclamaron por situaciones que estaban viviendo y que el propio Jesús recordó en la cruz al citar el salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Se debe permitir el reclamo y las preguntas de por qué y para qué ha sucedido esto.
  5. Evita dar “respuestas” para todo. Reconoce que para muchas preguntas que nos podemos hacer frente a lo sucedido, no tenemos una respuesta definitiva. La honestidad de reconocer que sencillamente hay situaciones de la vida, como este desastre, que nos quedan grandes; te hará más creíble ante tus amigos.

Sólo recuerda la historia de Job, quien perdió a sus hijos, sus bienes, su salud física e incluso emocional; y ante tamaña desgracia había una certeza de fe que lo motivaba:

“Yo sé que mi redentor vive,
y que al final triunfará sobre la muerte.”


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